16 de juliol de 2004

Dale al bongo

Los vecinos y la oposición se han hartado de la indolencia con que los próceres municipales consienten la contaminación acústica que hace de Barcelona una ciudad inhabitable (La Vanguardia, 9/VII/2004). No da la impresión de que les preocupe demasiado. De vez en cuando, reaccionan ante la indignación de los afectados y se sacan de la manga, a regañadientes, una campaña contra el ruido.

La pasión que ponen, por ejemplo, en detectar y castigar coches mal aparcados es permanente y despiadada. En cambio, controlar motos estridentes, bocinazos histéricos o coches discoteca les aburre y con 15 días al año tienen de sobra. Esta actitud flemática frente al ruido delincuente les da más de un susto, como la sentencia que les ha condenado a indemnizar a unos vecinos de Gràcia por su desidia en protegerlos de las agresiones sonoras de un bar o la septicemia acústica que afecta al parque de la Ciutadella por culpa de haber tolerado allí, durante cinco años, la práctica ilegal del porrazo al bongo. Con todo, han aplazado la desinfección acústica del parque hasta septiembre, a ver si para entonces los vecinos se han ido a vivir al manicomio.

Y ante el conflicto de Gràcia, el concejal del distrito se cura en salud advirtiendo que va para largo, cuando la triste realidad es que no tiene remedio. No se puede fomentar el asentamiento de más de 900 locales de ocio ruidosos en un barrio de gentes que quieren paz y pretender la felicidad general. Y para mayor abundancia, el propio Ayuntamiento contamina en el metro con su hilo musical. ¡Qué forma de dar mal ejemplo! Así no se hace pedagogía ni se contagia civismo.

JOANA LLIMONA
Barcelona

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