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Miércoles , 11-11-09
El sonido se transmite a través de las partículas del aire, de masas sólidas o de líquidos haciendo vibrar en armonía las partículas; esta vibración tiene distintas tonalidades, según la frecuencia calibrada en hercios que son ciclos por segundo y medida su intensidad en decibelios.
La capacidad del oído humano en perfectas condiciones de percibir los sonidos tiene un espectro entre 20 y 20.000 hercios si bien el espectro de la voz humana se encuentra entre los 500 y 3.000 hercios. Por debajo de los 250 percibimos vibraciones táctiles y por encima de los 20.000 ultrasonidos.
El órgano receptor del sonido en el hombre es el oído. Y, en la parte mas profunda, el oído interno, unas células (ciliadas) transforman los estímulos físicos en eléctricos y el cerebro los identifica como sonidos, música, ruidos,...
Si la intensidad del ruido o su persistencia a altas intensidades es suficiente, las células ciliadas no tienen tiempo de recuperarse, mueren y generan un espacio vacío de receptores: Viene la sordera.
La sordera inducida por ruidos intensos, se inicia en frecuencias agudas, afectando sólo a la comprensión del lenguaje en ambiente de ruido y peor calidad del sonido. Más adelante se afectan frecuencias conversacionales y la comunicación se deteriora.
En nuestro mundo tenemos efectos nocivos del ruido en tres situaciones:
Ambientales, cuando fuentes emisoras de ruido fuera de nuestro control nos afectan como puede ser el paso de una aeronave.
En segundo lugar se encuentran los profesionales, que están regulados y exigen protección.
Lúdicos: muy peligrosos ya que los jóvenes con sistemas de «mp3» y similares a altas potencias lesionarán el oído de forma irreversible y temprana sin dejar de lado algunas actividades sociales como discotecas con alta contaminación sonora.
Además de la pérdida de la audición, el ruido persistente o recurrente durante nuestro descanso, hace que se altere el ritmo sueño-vigilia, descansaremos peor y puede producir trastornos psicológicos que afectan a la personalidad
Debemos pues disfrutar del buen uso de los sonidos, protegernos de ellos y hacer que se cumplan las normativas legales en el caso de ruidos lesivos que puedan empeorar, y mucho, nuestra calidad de vida.
Jefe Otorrinolaringología
Fundación Jiménez
Díaz
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