Viernes, 27 de abril de 2007
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el oido
Problemas para percibir sonidos
La capacidad del cerebro para interpretar realidades desde los sonidos percibidos un recuerdo, plasmar una emoción o identificar algo o alguien, es una facultad que ponemos en peligro cuando sometemos al órgano llamado oído a esfuerzos o pruebas que lo sitúan en el umbral del peligro. Cuando el volumen de lo que pretendemos oír sobrepasa una determinada cantidad de decibelios y ese ruido permanece constante, los daños que se pueden originar pueden ser irreversibles. Los daños en el oído están manifestándose más frecuentes cada día en los países industrializados y cada vez afectan más a los jóvenes. Los 90 decibelios podrían constituirse a modo de una frontera más allá de la cual el riesgo de perder oído se hace posible. Percibir y decodificar los sonidos llevándolos en forma bioeléctrica dirigida por el nervio auditivo hacia el cerebro es una necesidad del ser humano para completar el entendimiento de su entorno y en consecuencia perjudicar esa vía es caminar hacia una cierta desconexión con el mundo.
El oído es el órgano responsable de la audición y del equilibrio, y contiene receptores que son capaces de captar las vibraciones y de transformarlas en impulsos nerviosos que van al cerebro, órgano que está capacitado para interpretar estos impulsos nerviosos.

Se divide en tres partes. El oído externo, que es la parte del aparato auditivo que se encuentra en posición lateral al tímpano o membrana timpánica. Comprende la oreja o pabellón auditivo y el conducto auditivo externo, que mide unos tres centímetros de longitud. El oído medio, que se sitúa en la cavidad timpánica o caja del tímpano, cuya cara externa está formada por la membrana timpánica o tímpano, que lo separa del oído externo. Incluye el mecanismo que se encarga de la conducción de las ondas sonoras hacia el oído interno. Es un conducto estrecho, que se extiende unos quince milímetros verticalmente y otros quince en horizontal. El oído medio está en comunicación directa con la nariz y la garganta a través de la trompa de Eustaquio, que permite la entrada y la salida de aire del oído medio para equilibrar las diferencias de presión entre éste y el exterior. Hay una cadena formada por huesecillos móviles que atraviesa el oído medio. Estos reciben los nombres de martillo, yunque, lenticular y estribo, debido a sus formas. La cadena de huesecillos conecta acústicamente el tímpano con el oído interno, que contiene un líquido. Y el oído interno, o laberinto, se sitúa en el interior del hueso temporal y contiene los órganos auditivos y del equilibrio, inervados por los ramos del nervio auditivo. Está separado del oído medio por la ventana oval. El oído interno está conformado por una serie de canales membranosos alojados en la parte densa del hueso temporal, y está dividido en: cóclea (caracol), vestíbulo y tres canales semicirculares. Estos tres canales se comunican entre sí y contienen un fluido gelatinoso denominado endolinfa.

La capacidad auditiva

Las ondas sonoras son cambios en la presión del aire que se transmiten a una velocidad de un kilómetro por segundo, e chocan contra la membrana del tímpano, produciendo su vibración.

Así, las ondas sonoras provocan la vibración de la membrana timpánica, que a su vez mueve los huesecillos. El último de ellos, el estribo, que está unido por su extremo a la ventana oval, produce una presión sobre ella, y dicha presión se transmite a la perilinfa (líquido), del oído interno.

La perilinfa transmite las vibraciones a las paredes del caracol membranoso y este a la endolinfa, contenida en él. La endolinfa, por su parte, conduce estas vibraciones a las células ciliadas del órgano de Corti (nombre del científico que lo descubrió y describió).

Las células ciliadas son los receptores que producen el impulso nervioso (las que “traducen” las vibraciones) que llega al centro de la audición cerebral, por la vía auditiva.

Así que las ondas sonoras se propagan por tres medios diferentes: uno gaseoso, el aire (en el conducto auditivo externo); otro sólido, los huesecillos (oído medio), y el tercero líquido, la endolinfa (oído interno, caracol membranoso, donde excitan a las células ciliadas).

El rango de audición, como el de visión, varía de unas personas a otras. El rango máximo de audición en el ser humano comprende frecuencias de sonido desde 16 hasta 28.000 ciclos por segundo. El menor cambio de tono que puede ser captado por el oído cambia según el tono y el volumen.

La sensibilidad que tiene el oído frente a la intensidad del sonido (volumen) también varía con la frecuencia. La sensibilidad a los cambios de volumen es mayor entre los 1.000 y los 3.000 ciclos, de manera que se pueden detectar cambios de un decibelio. Esta sensibilidad es menor cuando se reducen los niveles de intensidad de sonido. Los tonos muy altos producen tonos diferentes en el oído, que no están presentes en el tono original: pueden incrementar hasta una nota de la escala musical. Los tonos bajos tienden a hacerse cada vez más bajos a medida que aumenta la intensidad del sonido. Este efecto sólo se percibe en tonos puros.

El equilibrio

Los canales semicirculares y el vestíbulo están relacionados con el sentido del equilibrio. Dichos canales contienen pelos similares a los del órgano de Corti, y detectan los cambios de posición de la cabeza.

Los tres canales semicirculares se extienden desde el vestíbulo formando ángulos más o menos rectos entre sí, lo cual permite que los órganos sensoriales capten los movimientos que la cabeza realiza en cada uno de los tres planos del espacio: arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás y hacia la izquierda o la derecha. Sobre las células pilosas del vestíbulo se encuentran unos cristalitos de carbonato de calcio, conocidos en lenguaje técnico como atolitos (piedras del oído), vulgarmente arenilla del oído.

Cuando la cabeza está inclinada, los atolitos cambian de posición y los pelos que se encuentran debajo responden al cambio de presión. Cuando el laberinto del oído está dañado, se producen problemas del equilibrio.

Enfermedades

Enfermedades como las otitis pueden producir problemas de audición, así como otras enfermedades como la otosclerosis y el síndrome de Usher que también suelen tener como resultado alteraciones de audición. La audición también puede verse afectada por el tinnitus, la enfermedad o vértigo de Ménière, y los tumores o los traumas acústicos.

No obstante, las causas más comunes de pérdida de audición o hipoacusia son el ruido excesivo y la edad, que en los dos casos producen la muerte o daño de las células pilosas del oído interno.

Otitis

La otitis externa es una infección frecuentemente dolorosa de la piel y del tejido subcutáneo de la porción cartilaginosa del canal auditivo, también llamada oído de nadador.

Se observa con máxima frecuencia en verano, en niños y adolescentes, en relación con los baños de agua dulce (piscinas, etc.). El exceso de cerumen y la maceración o traumatismo del conducto auditivo externo (bastoncillos, tapones, etc.) predisponen a la infección por bacterias como Pseudomona, estreptococos y hongos.

Se manifiesta en forma de dolor del oído que aumenta al tocar el pabellón y al masticar; sensación de picor o humedad en el conducto auditivo externo y otorrea unilateral (secreción por el oído).

Por su parte, la otitis media es una inflamación persistente de la mucosa que recubre el oído medio, se debe a una exudación líquida debido al cierre de la trompa de Eustaquio, lo que produce dolor y alteración de la audición.

Las causas mas frecuentes son: infecciones repetidas del oído, obstrucción infecciosa de la trompa de Eustaquio, Obstrucción mecánica de la trompa de Eustaquio (por vegetaciones) y obstrucción alérgica de la trompa de Eustaquio.

Se presenta con sordera; dolor y secreción serosa en el exterior del oído. La sordera es capaz de producir retraso en el habla en niños pequeños o alteraciones del aprendizaje en niños mayores. También aparece dolor o molestias en el oído.

Otosclerosis

La otosclerosis es una de las causas más habituales de sordera progresiva en adultos jóvenes. Se debe al crecimiento anormal de uno de los huesos del oído. En la mayor parte de los casos se puede realizar una intervención quirúrgica que restaurará la audición normal.

La enfermedad se relaciona con los huesos pequeños del oído medio, específicamente el estribo. Una parte del hueso crece de forma anormal y esto impide que el estribo vibre normalmente en respuesta al sonido.

La otosclerosis suele ser hereditaria, aunque pueden aparecer casos aislados. Puede afectar a ambos oídos pero es más frecuente que ataque a un oído más que al otro. La pérdida de audición no tratada suele empeorar progresivamente hasta el final de la madurez cuando se produce la sordera completa.

Se manifiesta de forma que mientras el ruido de fondo fuerte, que normalmente se añade a la confusión de las personas con sordera nerviosa, el caso de otosclerosis, esta confusión no suele producirse; incluso, las personas pueden oír mejor en entornos ruidosos, posiblemente debido a la frecuencia y volumen de las voces de otras personas y la otosclerosis tiende a afectar a frecuencias bajas más que en altas.

El síndrome de Usher

Afecta a la audición y a la visión. Quien padece esta enfermedad nace con cierto grado variable de pérdida de audición; posteriormente, la persona desarrolla una afección denominada retinitis pigmentaria. El síndrome de Usher es una enfermedad poco común.

Algunos de los pacientes padecen sordera congénita y sufren pérdida visual progresiva causada por la retinitis. Este síndrome puede existir en niños con sordera total con un grado del 10 por ciento.

Actualmente se habla de dos formas principales del síndrome de Usher. Una de ellas se caracteriza por sordera total y escaso equilibrio. La retinitis pigmentaria suele estar presente en niños menores de 10 años. En la otra forma del síndrome de Usher, la persona sufre pérdida parcial de la audición y la retinitis se presentará antes de que el paciente llegue a los 20 años de edad.

Trauma acústico

El trauma acústico puede estar producido por un sonido potente y repentino, como por ejemplo una explosión. Las explosiones a menudo dan lugar a daños en los tímpanos y en consecuencia a pérdidas de audición de causa conductiva.

Muchas personas han experimentado un periodo de capacidad auditiva reducida tras una exposición a sonidos elevados, como por ejemplo tras la asistencia a un concierto o una discoteca, o tras haber trabajado con maquinaria ruidosa. Este tipo de alteración auditiva suele ser temporal y transcurrido cierto tiempo el problema desaparece. Si persiste, llevará a una alteración auditiva dentro de una frecuencia relativamente estrecha, alrededor de 4 Khz. En otras palabras, la persona no podrá oír dentro de un cierto rango de tonos de alta frecuencia; en entornos ruidosos pueden aparecer problemas para oír.

Tumores acústicos

Un neuroma tumoral acústico es un crecimiento no cancerígeno en el nervio del equilibrio situado en el oído interno y cerca del cerebro. Estos tumores son bastante raros. La intervención quirúrgica es la única cura conocida para un tumor acústico.

Los síntomas típicos incluyen ruido (tinnitus) y/o alteraciones en la audición y el equilibrio. También son síntomas comunes las cefaleas y la doble visión. Si el tumor aumenta de tamaño, el cerebro podría sufrir presión, lo que provocaría pérdida de coordinación. Pueden producirse efectos perjudiciales graves en el reconocimiento del habla y cambios leves en el umbral de los tonos puros.

Síndrome de Pendred

Es un trastorno genético, poco común, que se caracteriza por una discapacidad auditiva neurosensorial profunda y una malformación de algunos huesecillos del oído interno.

El síndrome de Pendred se produce por un defecto en la producción hormonal del tiroides, que controla el metabolismo y regula el crecimiento. A consecuencia de ello, este síndrome puede caracterizarse por la aparición de bocio, que es un agrandamiento de la glándula tiroides situada en el cuello cerca de la nuez. Si hay bocio, suele producirse poco después del comienzo de la pérdida de audición.

Es una enfermedad hereditaria y la pérdida de audición suele manifestarse al nacimiento. En algunas ocasiones, sin embargo, el síndrome no se desarrolla hasta la infancia. El grado de pérdida de audición varía muy poco a lo largo de los años.

Se manifiesta con pérdida de audición neurosensorial de nacimiento; trasformación del oído interno y agrandamiento del tiroides y problemas de equilibrio por alteraciones de la función vestibular

Aunque no hay tratamiento para el síndrome de Pendred y la pérdida de audición que supone, algunos de las manifestaciones pueden tratarse.

El síndrome de Pendred también se conoce con el nombre de hipoacusia y bocio eutiroídeo o, también hipoacusia neurosensorial asociada a enfermedad tiroidea.

El recorrido que hemos realizados por las enfermedades del oído no es exhaustivo, sería casi imposible, pero si les recomendamos que ante la aparición de molestias en el oído o pérdida de audición, por leves que les parezcan, acudan siempre al especialista, el otorrinolaringólogo, que es el que puede solucionarles el problema instaurando el tratamiento adecuado.

Carlos Gener Galbis

Vocento

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