Los decibelios y la contaminación
acústica: un problema con mucho ruido
La buena salud y la estabilidad psicológica del
ser humano dependen, entre otras cosas, del ruido. Este factor
elegido voluntariamente por el individuo puede convertirse en
un sonido agradable y suave, pero escuchado de modo indeseado
se transforma en algo molesto e irritante para quien lo sufre.
Un problema que ha derivado en la contaminación acústica.
"El ruido no
es una carga social que no tengamos más remedio que soportar,
sino un fenómeno al que hay que hacer frente si se quiere que
los ciudadanos logren los máximos niveles de bienestar propios
de una sociedad avanzada". Con estas palabras, Enrique Múgica,
Defensor del Pueblo, ha querido dejar claro que el derecho al
descanso es fundamental y que es importante compatibilizar
ciertas libertades e intereses individuales y colectivos con
el derecho a no padecer un ruido excesivo. No en vano los
habitantes de los países industrializados viven inmersos en un
mundo alborotado que ya se ha convertido en una característica
de sus vidas cotidianas.
El ruido, entendido como
cualquier sonido indeseable, molesto e irritable por quien lo
sufre, en su manifestación urbana e industrial, junto con
otras fuentes sonoras, ha desencadenado la contaminación
acústica, que tiene importantes repercusiones físicas y
psicológicas en el bienestar del ciudadano. De hecho, la
Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea y el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), entre
otras instituciones, han declarado de forma unánime que "la
percepción del ruido es subjetiva, ya que cada individuo lo
vive de forma distinta y no todos sienten las molestias por
igual. Pero las sientan o no, el organismo las
acusa".
Las consecuencias, entre otras, son:
dificultades en la comunicación, perturbación del sueño,
estrés, irritabilidad, disminución del rendimiento y de la
concentración, agresividad, cansancio, dolor de cabeza,
problemas de estómago, alteración de la presión arterial y del
ritmo cardíaco, depresión del sistema inmunológico, estados
depresivos. Además, la pérdida de audición es otra de las
graves secuelas que puede derivar en sordera entre personas
que soportan niveles superiores a los 90 decibelios de forma
continuada (ver cuadro).
Elaboración
propia
En sus empleos, casi un 30 por
ciento de los trabajadores españoles perciben el ruido como un
factor de perturbación y molestia que degrada las condiciones
en las que trabajan e influye sobre la eficiencia de las
empresas.
Educar y aplicar la ley La solución, según
los expertos, requiere potenciar las campañas de educación
medioambiental y por lograr una aplicación total de la ley.
"Desde 2003 en España está en vigor la Ley del Ruido, que es
una disposición de la directiva europea de 2002 sobre
Evaluación y gestión del ruido ambiental. Sin embargo, a la
Ley del Ruido le falta desarrollo normativo, por lo que es más
una expresión de voluntades", ha explicado Pedro Cobo, jefe
del Departamento de Acústica Ambiental del CSIC.
Por
eso, de forma complementaria cada comunidad autónoma tiene sus
propios decretos sobre la calidad del aire y el medio
ambiente, y los ayuntamientos, ordenanzas municipales sobre el
ruido.
Pero ¿qué es lo que más molesta? "El tráfico.
Hoy es la principal fuente de contaminación acústica (se
calcula que un 80 por ciento), y el ruido de ese tráfico
depende del flujo, así como del número de vehículos por hora y
del porcentaje de ligeros y pesados. Esa situación es
prácticamente similar en todas las grandes ciudades", ha
explicado Cobo.
De este modo, aunque parezca un
contaminante menos ofensivo porque sólo se percibe por el
oído, y en casos de grandes niveles de presión sonora, por el
tacto, sus consecuencias son mediatas.