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"En
Gràcia tenemos el supermercado ambulante más
grande de Barcelona" |
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Sentados en el suelo de una plaza dura, charlan de
sus cosas. "Creo que los vecinos son muy exagerados, aquí no
hacemos tanto ruido", dice María, de 29 años. "La gente
necesita reunirse, hablar, tocar la guitarra, y además no hay
vandalismo". Pere, de 22 años, la mira. No comparte la postura
de su amiga. "El barrio de Gràcia ha cambiado, se ha
transformado en un lugar de ocio", dice mientras saborea una
cerveza comprada en un colmado. "El otro día tocaba las palmas
a las tres de la madrugada y pensé en la pobre gente mayor que
intentaba dormir justo encima de mí".
La conversación dura cuatro minutos y en ese tiempo han
pasado cinco vendedores ambulantes de cerveza a un euro, ocho
perros no han dejado de ladrar y en la esquina suenan bongos y
guitarras. Es sábado y la plaza de Rius i Taulet está tomada
por decenas de personas. Son las cuatro de la madrugada. Ha
llegado el verano y los vecinos tiemblan. ¿Se puede dormir en
Barcelona? Calles y plazas de Gràcia, Horta, Ciutat Vella y
Sant Gervasi lo desmienten.
"Gràcia se está convirtiendo en un decorado de Hollywood:
lleno por fuera, vacío por dentro". La descripción es de
Andreu Mora, presidente de la Plataforma Vila de Gràcia contra
los Ruidos. La plataforma reclama al Ayuntamiento medidas para
erradicar el ruido por la noche. Piden más presencia de la
Guardia Urbana; limitación del horario de cierre de terrazas,
bares y discotecas, y control de la venta ambulante de latas
de cerveza. La plataforma organizó dos manifestaciones
recientemente, con medio centenar de personas, bajo el lema
Gràcia quiere descanso.
La réplica del Ayuntamiento es la suspensión, durante un
año, de la concesión de licencias de apertura de bares y
restaurantes en Gràcia. También ha creado el Fórum del
Silencio, que agrupa a las partes implicadas para encontrar
soluciones a través del diálogo. El regidor de Gràcia Ricard
Martínez explica que "además de incrementar las inspecciones
de los locales, la actuación de la Guardia Urbana va en
aumento". Imma Mayol, teniente de alcalde del Ayuntamiento de
Barcelona, no acepta que se diga que el consistorio no trabaja
en el problema del ruido, aunque reconoce que es un conflicto
real en Gràcia. "Lo difícil es dar soluciones de blanco o
negro. Las inspecciones a las terrazas en la ciudad se han
triplicado en un año", subraya Mayol, y añade que no se puede
hablar de botellón en Barcelona. En lo que va de año,
se han denegado 120 solicitudes a bares (84 por ruido) y el
pasado año fueron sancionados 111 locales de ocio. Sin
embargo, Gaietà Farràs, presidente del Gremio de Restauración,
cree que la Administración persigue con dureza a bares y
terrazas, cuando en realidad es un problema secundario.
En opinión de Lluís Gallardo, presidente de Juristas contra el
Ruido, asociación de abogados y juristas especializados en
contaminación acústica, "el Ayuntamiento actúa sobre los
efectos y no sobre las causas". "Hay desidia y falta de
concienciación", resume Ester Melcón, secretaria de la
Asociación Catalana contra la Contaminación Acústica. "Una
cosa es denegar una licencia nueva y otra es controlar las
licencias existentes o los bares que operan sin ella. El
consistorio se promociona el ocio, caiga quien caiga", añade
Melcón.
Eduard, vecino de Gràcia y habitual de las fiestas
callejeras, explica que "es la cultura mediterránea, la
cultura de la terraza, pero ni mucho menos es el
botellón de Madrid o Andalucía". Lo que le molesta es
el olor a orines del día siguiente.
A los locales de ocio, en cambio, les preocupa la venta
callejera de alcohol. "En Gràcia tenemos el supermercado
ambulante más grande de Barcelona. Las quejas van
desencaminadas. Los culpables no son los bares. Hemos gastado
mucho dinero en insonorizar los locales", dice Juanjo, de El
Dorado.
Josep Maria Faro es propietario del Café del Sol, en la
plaza del Sol de Gracia. Considera que las terrazas han
reducido tanto el número de mesas como el horario, pero el
problema ha ido en aumento. "El problema serio es la venta
ilegal de bebidas alcohólicas a menores y a cualquier hora",
dice Faro.
Los jóvenes defienden su derecho a reunirse: "Me parece
ridículo que no me dejen beber una lata de cerveza en la
calle", dice una chica. "Entiendo que la gente tiene que
dormir, pero también nosotros tenemos derecho a la fiesta",
añade una turista francesa. "Si todo el espacio del Fórum
fuera gratis, todos estaríamos allí", se queja María.
Los vecinos de La Satalia, una barriada de Poble Sec,
también sienten la llegada del verano. "No se puede vivir por
la acumulación de actividades: Primavera Sound, Marató de
l'Espectacle, ensayos del Grec, megafonía del campo de
fútbol... además de bares y terrazas. El Ayuntamiento no toma
medidas. Simplemente, se trataría de aplicar la normativa",
asegura Ana Menéndez, dirigente vecinal de Poble Sec. "El
ruido es una de las principales quejas de los barceloneses. No
se puede vivir sin dormir. El descanso es un derecho
fundamental".
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