¿Cuándo se duerme aquí? ALGUNOS JÓVENES DEJAN EL CAMPAMENTO DEL FÒRUM HARTOS DEL
RUIDO
LOLA G.
SAMPEDRO - 10/08/2004 BARCELONA Juerga o
descanso. Los jóvenes del campamento del Fòrum no se ponen de
acuerdo. Sólo un día después de la inauguración del Festival de
Mundial de la Joventut, la convivencia nocturna se hace difícil.
Tanto, que más de uno ha decidido coger la mochila y pagar una
habitación en un hotel o instalarse en casa de algún amigo
barcelonés.
“Con una noche nos ha bastado”, cuenta Lara
Sánchez. Esta joven de Toledo pertenece a la religión Baha'i y llegó
al campamento hace dos días. La primera noche la pasó ahí, pero el
alcohol y algún que otro cigarrillo sospechoso propiciaron que el
alboroto en las tiendas no parara hasta casi las cuatro de la
madrugada. El grupo de Lara decidió instalarse en casa de los fieles
que su religión tiene en Barcelona: “Los que queremos hacer cosas
durante el día necesitamos dormir y allí es imposible”.
Lara
y sus amigos se las han ingeniado para tener cama y tranquilidad sin
pagar un euro, pero otros han tenido que echar mano de la visa.
Alfredo Ochoa es de México y lo tuvo claro: “Cuando vi el calor que
hacía, decidí irme”. Dicho y hecho. Esa misma noche fue a la Rambla
y contrató una habitación en un hotel. “Esto es como unas
minivacaciones”, comenta satisfecho. Y vaya si lo son: “Está muy
padre poder cenar en la Rambla y tomar unos tragos”.
Otra de
las insomnes es Susana Marco. Vino de Valencia hace tres días para
formar parte de la Jove Orquestra dels Països Catalans y ya quiere
volver a casa: “Sólo de pensar que aún me queda casi una semana en
el campamento, me deprimo”. Cuando dice el horario de ensayo es
fácil solidarizarse con ella: de ocho a dos de la mañana y de cinco
a ocho de la tarde.
A unos metros de Susana, Frederico y
Mayada bailan música árabe. Él es de Portugal y ella de Palestina.
Se entienden en inglés. Han venido “para divertirse, para aprender”.
No hace falta ser muy listo para adivinar que forman parte de la
mayoría que prefiere la fiesta nocturna. Sus caras evidencian el
trasnoche. No se quejan. No les importa el calor. Ni que los baños
“sean una pocilga”, puesto que “esto es un camping y no un hotel”.
Además, no hay tiempo para criticar, sólo quedan cinco días.
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