Buscador de notas:
Mendoza, Argentina
Miércoles 14 de septiembre 2005
   Ultimo Momento   Quienes Somos   Titulares por Mail   CLASIFICADOS 
   Publicidad   Ayuda   Contáctenos   
  Edición del día
  Portada
  Todos los títulos
  Tapa papel
  Editorial
  Opinión
  Política
  Economía
  Internacionales
  Sociedad
  Departamentales
  Policiales
  MAS Deportes
  Artes y Espectáculos
  Escribe el Lector
  Ediciones Anteriores




Suplementos
  Cultura
  Económico
  PuntoNet
  Turismo
  Potencia
  Campo



  Secciones Especiales
  Indice Especiales
  El Diario de la Vendimia
  El Diario en la Escuela
  Hechos y personajes
  Mendocinos X mundo
  Reportaje fotográfico
  Efemérides
  Universidad
  Apuntes de Adán
  Tapas históricas
  Cambalache digital
  Entrevistas
  Mujer
  Joven
  Salud



   Servicios
  Clasificados/Fúnebres
  Internet Gratis
  Webmail
  Control de llamadas
  Horóscopo
  Titulares por e-mail
  El Tiempo
  Club del lector
  Receptorias
  Suscripciones
  Correo


Editorial
La cultura del ruido


La conciencia en torno de una mejor calidad de vida ha provocado en muchos de los integrantes de la sociedad nacional una reacción que puede ser evaluada como positiva. Se estima ahora que deben buscarse condiciones que vayan más allá de lo meramente material. Antes, solamente el acceso a bienes era considerado emblemático de una buena calidad de vida, pero con el paso de los años y los cambios tecnológicos y culturales comenzaron a ser vistas como deseables otras cuestiones que hacen al conjunto y su influencia sobre las personas. Mucha gente quiere acceder a los bienes y comodidades que ofrece la sociedad de consumo, pero a esa aspiración se une ahora la de poder disfrutar de otros aspectos que no son tan visibles pero que ciertamente influyen sobre esa calidad a la que hacíamos referencia.

Muchas de esas cuestiones se relacionan con el ambiente, pero ya en lo referido al entorno inmediato de las personas y sus familias. Antes, la proximidad de una fábrica al domicilio de una familia no era objeto de muchos cuestionamientos; ahora, se plantean interrogantes en torno de si es contaminadora o de qué forma su presencia influye sobre la vida de los vecinos. En general, muchas de las condiciones que ahora se demandan tienen que ver con formas de contaminación: desde la que proviene de establecimientos industriales a la que pueden emitir antenas de telecomunicaciones, pasando por los siempre criticados colectivos e, incluso, autos cuya contaminación es mucho menos visible que la de los anteriores pero no menos dañina. La preservación de la salud propia y del núcleo familiar se ha convertido en una cruzada para muchos que se dan cuenta de que los antes considerados ascensos en lo social suelen ir acompañados por efectos que relativizan sus bondades.

En los últimos tiempos, se ha comenzado a comprender que una de las formas más letales de contaminación ha escapado a la atención de una gran mayoría, incluyéndose en ella a las autoridades encargadas de velar por la salud pública. Se trata de la contaminación sonora, marcada por el ascenso de todo tipo de ruidos que, según los estudios realizados en países evolucionados, se convierten en factores desestabilizadores de la salud humana. Se han realizado pruebas de laboratorio, primero con animales, sometiéndolos a todo tipo de sonidos, de diverso origen e intensidad, y se ha comprobado con asombro y preocupación que tienen impacto profundo sobre la salud. Los seres humanos, sometidos a ese tipo de estímulo, desarrollaron problemas que van desde lo mental hasta lo físico, marcándose características que, como la elevación de la presión arterial, constituyen concreto riesgo de vida.

Mientras muchos se preocupan por la chimenea de la fábrica cercana, no se dan cuenta de que tanto o más daño que los gases que puede emitir lo ocasionan los ruidos que provienen de ella; de los motores de todo tipo de vehículos que tienen escapes dañados o arreglados a propósito para emitir mayor sonido; de alarmas que, incontroladas o mal reguladas, arrancan en todo momento sin que ello esté motivado por acción humana alguna, o de equipos cada vez más poderosos de música que certifican que la melodía favorita de algunos se convierte en la tortura de los demás.

Las autoridades de la ciudad han salido a controlar alarmas, especialmente en aquellos casos en que su accionamiento se produce en forma constante o incontrolada. Pero, esto, aunque esté bien, equivale a una mínima parte de los ruidos molestos y perjudiciales para la salud que asedian la vida de todos cuantos viven en el Gran Mendoza. Intentar defenderse de los sonidos de un taller cuya actividad se prolonga a veces dentro de las horas de descanso, de los equipos de música cuyo sonido suele propagarse por largas distancias, de otros no tan estridentes pero sí constantes (el ejemplo de la canilla que pierde gotas de agua es clásico) es para muchos una imposibilidad. No hay ante quién quejarse, no existe personal capacitado para discernir en la materia -sobre la cual muchas veces no hay ordenanzas o las hay desactualizadas- ni para operar los aparatos destinados a medir intensidades. En una sociedad castigada por el estrés, los ruidos molestos -y peligrosos- pueden estar obrando como detonantes de males orgánicos y emocionales en mucha mayor medida que la que se supone.











Página de Inicio   Publicite Aquí   Agregar a Favoritos 
Leyenda Copyright (2000-2004 Todos los derechos reservados)