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FechaJueves, 9 de Diciembre de 2004 Enviar NoticiaImprimir noticia
Ganas de molestar
EL RINCÓN
FirmaMANUEL ALCÁNTARA  

ES CURIOSO que siempre quieran darnos moral las personas que andan más escasas de ella. Una y otra vez nos aseguran que ETA ya no tiene nada que hacer. Lo hemos oído muchas veces y seguimos oyendo sus explosiones. No tendrá mucho que hacer, pero sigue haciendo ruido. Los siete petardazos quizá hayan sido siete advertencias para que nos demos cuenta de que podían haber sido mayores. No se trataba en esta ocasión de matar a nadie, sino de advertirnos a todos de que podíamos morir. Lo peor es el ruido que hicieron, que curiosamente coincidió con la campaña que han entablad o en la web los juristas-ruidos, abogados de Madrid, Sevilla, Valencia y Barcelona. La verdad es que Espa ña suena demasiado. Basta observar, en cualquier restaurante, cómo aumentan los decibelios a la altura del segundo plato, no digamos cuando llega la sobremesa. En general, los comensales están convencidos de que cuando más alzan la voz cobran más altura sus argumentos. Estamos en un país donde las más veladas confidencias se hacen a grito limpio. Parece como si nadie hablase para su interlocutor, sino para eso que ahora se llama «la audiencia». No tiene excesivo relieve el hecho de que haya espías sordos: se van a enterar siempre de lo que se dice.

Los abogados «antirruido» de toda España afirman que no se cumplen las normas. No hay que creer que la gente lo hace por ganas de molestar, como aquel niño, virtuoso de la flauta, que me cayó debajo de mi habitación de un hotel costarricense, que a la hora de la siesta tañía su melodioso son. Hábilmente interrogado después, nos confesó que lo hacía «no más que por huevear». El caso es que, sin ir tan lejos, más de cuatro millones de hogares españoles padecen problemas de ruidos exteriores, según el último censo, y nueve millones de compatriotas soportan niveles medios de 65 decibelios, que es el máximo admitido por la Organización Mundial de la Salud. Aquí hasta las paredes oyen: no tienen más remedio. Somos un país de gente que chilla. Unas veces porque protesta y otra porque a clama. No hacen falta bombas .
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