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OPINION
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OPINIÓN/Condenado ruido
La que la sigue la consigue. Una vecina de Valencia ha recorrido todas las estaciones de su particular calvario jurídico (Ayuntamiento de Valencia, Tribunal Superior de Justicia de la comunidad autónoma y Tribunal Constitucional) hasta conseguir que el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo haya establecido que el ruido nocturno perjudica la vida privada y la inviolabilidad del domicilio en una sentencia modélica, que condena a la Administración española por pasividad. La denunciante empezó a sufrir los ruidos nocturnos de las discotecas abiertas en su calle hace ya treinta años y fue hace diez cuando empezó a batallar contra la Administración, siendo ignorada por el Ayuntamiento de su ciudad y desestimadas sus demandas por el Tribunal Superior valenciano y por el Constitucional.

Ambrose Bierce define el ruido en su 'Diccionario del diablo' como «una hediondez en el oído. Música sin domesticar. Producto principal y símbolo de la civilización». En esto último le hace dura competencia la basura. En la calle y en la tele. Woody Allen supo verlo hace más de 25 años. Annie Hall pasea con Alvy Singer por Beverly Hills y dice: «¿Hay que ver qué limpio está todo aquí!», a lo que su acompañante replica: «Es que no tiran la basura. La reciclan en programas de televisión».

El ruido es uno de esos atentados cívicos que no provocan mucha indignación en el paisanaje. Nadie protesta contra el energúmeno que toca el claxon sin parar para tratar tontamente de salir del atasco. Algunos bares parecen empeñados en colaborar a la aparición de generaciones de sordos o tal vez es que se hallan en campaña para impulsar la comunicación no verbal entre los jóvenes.

El Tribunal de Estrasburgo ha condenado a la Administración española a indemnizar a Pilar Moreno con 8.000 euros de indemnización, 3.884 de los cuales son en concepto de daños materiales y morales y los 4.500 restantes, a gastos jurídicos. Treinta años. 3.884 euros, algo más de 600.000 pesetas. Esto es lo que con rigor puede llamarse y se llama «resarcimiento moral». Menos da una piedra.


 

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