El Mercantil Valenciano. Edición Digital
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 VIERNES, 04 DE FEBRERO DE 2005    Edición digital n. 2628 FUNDADO EN 1872  
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SALUD

Bajo la tiranía del ruido
Los valencianos soportan diariamente el doble de decibelios de lo que se considera saludable

Rafel Montaner, Valencia

Los vecinos de Valencia y su área metropolitana soportan en su quehacer cotidiano niveles de ruido diarios que doblan los umbrales máximos de entre 65 y 70 decibelios (dBA) recomendados por los organismos internacionales. Un estudio realizado por el catedrático jubilado de Física Aplicada de la Universitat de Valencia, Amando García, sobre 48 habitantes de Valencia y de municipios de su entorno revela que el nivel medio de contaminación acústica que padecen es de 72,8 dBA al día.

El profesor, que es también vicepresidente de la Sociedad Española de Acústica (SEA), explica que el pasar de los 70 dBA a los casi 73 medidos «no es una subida pequeña, sino el doble porque los decibelios aumentan en una escala logarítmica, que se ajusta más a la respuesta del oído humano». En esta escala, una diferencia de 10 dBA significa que el nivel de sonido ha aumentado 10 veces.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que valores de exposición global diaria al ruido ambiental por encima de entre los 65 y 70 dBA tienen efectos perjudiciales sobre la salud, y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que existe contaminación acústica cuando se superan los 65 dBA como nivel sonoro continuo equivalente en 24 horas.

Víctimas de la socioacusia

El ruido, continua García, es «energía, energía acústica y por lo tanto recibir el doble de energía de lo recomendado, a larga, va a tener efectos sobre nuestra salud». El primero, y más evidente según el investigador, «es la socioacusia o pérdida de capacidad auditiva debido al entorno social, que se detecta a edades cada vez más tempranas».

Así, este experto destaca que los «hábitos de vida de los jóvenes, como conducir motocicletas o escuchar música con auriculares, y la frecuencia con que asisten a lugares ruidosos (discotecas, pubs...) hacen que reciban más dosis de energía acústica y por lo tanto castiguen durante más tiempo su oído».

La mayor sobreexposición de los jóvenes a niveles altos de ruido «hace que no sea extraño encontrar a chicos de 25 años de edad con una capacidad auditiva comparable a una persona de 70 años», concluye.

El objetivo del estudio realizado por García era medir los niveles sonoros a los que está expuesta una persona a lo largo del día. Para ello García ha tenido en cuenta un total de 5.640 datos obtenidos de 48 personas que se prestaron a llevar en el bolsillo o en el cinturón un dosímetro o instrumento para medir el ruido ambiental.

Los participantes en la investigación [estudiantes, profesores, trabajadores industriales, administrativos, amas de casa...] anotaron, desde el momento que se levantaron hasta que se acostaron, las dosis de ruido recibidas hora a hora, junto con una breve descripción de la actividad que desarrollaban. Estas anotaciones han permitido establecer los niveles sonoros medios que caracterizan a un gran número de actividades cotidianas.

García destaca que la exposición diaria al ruido ambiental de una persona «está fuertemente condicionada por el eventual impacto de niveles sonoros elevados, aunque se esté sometido a ellos durante un tiempo relativamente corto». Así, relata que la permanencia durante 15 minutos en una ruidosa cafetería aporta mucho más a la media diaria que 14 horas durante la tarde-noche en el entorno de un hogar silencioso.

Otro ejemplo atronador, y nunca mejor dicho, es el de las mascletades de Fallas. García argumenta que sólo «diez minutos de "mascletà" en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, con niveles sonoros de 110 ó 120 y excepcionalmente 130 decibelios, equivalen a la dosis de ruido que se recibe en una semana de vida normal».

A parte de la citada sordera precoz, el exceso de ruido influye también en los transtornos del sueño y por encima de exposiciones de 80 dBA aumenta el riesgo de infarto y accidentes cardiovasculares al elevar la presión arterial. «Aunque sea arriesgado decirlo, también hay investigaciones que apuntan que los niveles altos de ruido elevan la tasa de criminalidad», añade.

El trabajo de García, publicado en el último número de la revista de la SEA bajo el título La exposición cotidiana al ruido ambiental se puede consultar en la red (http://www.ia.csic.es/sea/revista/VOL35-34/05.pdf).



   

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